miércoles, 27 de junio de 2012

Narrativo


El lobo y su historia de los cerditos

Me llamo Saltin Lobous. Soy un lobo irlandés. Os escribo desde la prisión de
Soto del Real, en Madrid, casi habiendo cumplido la totalidad de la pena que me
fue impuesta, injustamente, acusado de intento de asesinato de tres lechoncitos.
Y digo injustamente, porque, por alguna extraña razón, nadie quiso nunca creer mi
versión de los hechos.
Todo paso una tarde de invierno, yo estaba recogiendo diferentes frutos en el Meta (Colombia), que era a lo que me estaba dedicando desde hacia un año que me había venido de Irlanda, recogí toda la plata que tenia en Irlanda y encontré tres posibilidades, una era una finca de 100 hectáreas pero el suelo estaba gastado por la agricultura intensiva que había recibido, los químicos y el monocultivo que llevaba desde hacia 20 años, la otra era una finca pequeña de 20 hectáreas montañosas y con una baja estabilidad en el suelo, aunque en esta se llevaba a cabo la agricultura extensiva y el suelo no estaba tan gastado; pero el tercero era un terreno de 50 hectáreas en el que había un rio con una gran diversidad de peses y su suelo era muy bueno ya que en este había monocultivos que evitaban acabar con los nutrientes que se gastan cuando hay un sembrado de una sola especie, yo sin pensarlo dos veces compre la de 50 hectáreas aunque era muy costosa, con esa finca pensaba recuperar todo lo que le invertí y luego pensaba irme a construir una industria en la ciudad en la que hay mas posibilidades de venta y se mueve mas el dinero.
Un día estaba recorriendo toda mi finca cuando veo en forma de poblamiento disperso (no existe un núcleo de viviendas sino que están esparcidos por el terreno y están cerca de las explotaciones de cada persona) tres casas de unos cerditos, yo impresionado por la invasión corro a ver si necesitan algo o si están en una situación terrible, pero cuando me estaba acercando empezó una gran tormenta que derribo la casa del primer cerdito (que era de paja) y este viéndome corriendo se asusto y se fue a la casa de su otro hermano, pero en esta casa la tormenta también hizo su efecto y la derribo, al igual que antes los dos cerdito corrieron a la casa del otro hermano (que era de ladrillos) y se pusieron a salvo de la tormenta, pero ahora a el que estaba persiguiendo la tormenta era a mí, por lo que salgo a correr y empiezo a tocarles la puerta para que me dejen entrar, pero como no me abrieron, me bote por la chimenea y encuentro al final de esta que el fogón estaba prendido y me desmallo del dolor tan terrible que sentí.
Cuando la tormenta pasó, desperté ya en el hospital penitenciario. Me comunicaron que los cerditos habían puesto una denuncia por derribar sus casas e intentar comérmelos. En el juicio, todos creyeron a los cerditos. Creo que su aspecto tierno y rosado ayudó mucho.
 Lo único que yo quería era vivir tranquilo en mis tierras, cultivar mis cosas y cuidado mi bosque. Ahora estoy enfermo y encerrado. Cuando acabe la condena, creo que volveré a Irlanda con las manos vacías y sin ninguna ilusión de continuar mi meta de la fabrica y poder ser un gran comerciante.

Nicolás Santiago Castillo